La inflación se ha convertido en los últimos meses en un problema central para las principales economías mundiales. Se combinaron los efectos de la pandemia con dificultad en el suministro de algunos bienes, con el encarecimiento de los servicios de logística y las implicancias del conflicto bélico en Ucrania. La implementación de políticas monetarias expansivas para contener los efectos de la crisis sanitaria generó también un incremento en la oferta monetaria que tuvo sus implicancias sobre el nivel de precios. Ante ese panorama, principalmente la Reserva Federal ha cambiado su sesgo, enfocándose ahora en contener los elevados niveles de inflación. Las implicancias de estos cambios están afectando a las principales economías y Argentina no es ajena a este proceso, por eso es importante ir entendiéndolas.
El ritmo inflacionario en Estados Unidos se aceleró nuevamente en los últimos meses y si bien la tasa interanual está en 8,5%, los últimos 3 meses anualizados mostraron incrementos superiores al 13%. Estas cifras confirman que a los efectos post pandemia se ha sumado el impacto del incremento en energía y alimentos que generó el conflicto bélico en Ucrania.
En ese marco, la Reserva Federal ha decido tomar un rol más activo y pasó de cortar la compra de activos como estímulo económico a una suba de 50 puntos básicos en la tasa de referencia y una política de reducción de su balance (venta de activos). Es decir que ha cambiado 180 grados el rumbo en menos de 1 año.
Las expectativas de mercado, reflejadas en la cotización de los bonos del Tesoro, dan cuenta de subas adicionales en las tasas de interés para los próximos meses. Es decir que el proceso de contracción monetaria recién se está iniciado.
Si se interpretan las tasas de interés marginales entre los bonos del Tesoro de diferente plazo, podemos entender qué nivel de tasas espera el mercado para cada período de tiempo. Para el próximo año esperan tasas del orden del 2%, pero cuando analizamos el período que va del mes 12 al 24, ya esperan niveles de 3,4%. Es decir que el proceso de suba continúaría en 2023/2024. Recién a partir de los dos años se percibe una leve expectativa de baja en el nivel de la tasa de interés. Todos estos valores se han incrementado entre 1 y 1,5 puntos porcentuales desde principios de año hasta ahora, mostrando que el mercado ha hecho propio el cambio de sesgo de la Reserva Federal.
Este proceso de suba de tasas de interés ha generado un cambio en los flujos de divisas. Los inversores han canalizado partes crecientes de sus inversiones hacia activos de alta calidad, buscando atenuar el impacto negativo de la suba de las tasas en la valuación de inversiones de mayor riesgo. Eso ha fortalecido al dólar, que alcanzó su máximo valor en 20 años.
En la historia reciente, la fortaleza del dólar siempre ha estado asociada a escenarios en donde baja el valor de commodities como el petróleo o la soja. En la actualidad se ha quebrado esa tendencia producto de la restricción de oferta de petróleo y granos por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. Este comportamiento mitiga uno de los principales riesgos cíclicos que enfrenta la economía argentina, que es la disminución de sus precios de exportación toda vez que se fortalece el dólar y baja el precio de los granos.
El problema que surge para los activos locales es el flujo negativo hacia emergentes, que ha determinado una suba del spread que requieren los inversores para mantenerlos en su cartera.
En síntesis, la inflación en Estados Unidos no cede y la Reserva Federal ha asumido un rol más activo, con una velocidad de ajuste de su política más alta (suba de tasas y venta de activos). Eso implica un dólar más fuerte. Escenarios de dólar fuerte históricamente han sido negativos para Argentina por el deterioro que implican en el precio de commodities. Hoy ese efecto se ve atenuado por el impacto en la oferta de petróleo y granos del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.
Por lo tanto, de corto plazo el impacto sobre la economía local se traduce en un incremento general del spread que los inversores exigen para los activos emergentes, lo que implica un aumento del riesgo país y un ajuste en el precio de otros activos, que no se acota solamente a Argentina y es bastante general en la región.