Las cifras de inflación de Estados Unidos han estado en el centro de la escena en especial luego de que el segundo trimestre del año mostrara niveles de 0,9% mensual, muy por arriba de los promedios históricos y de los objetivos de la Reserva Federal. El dato de inflación junto con el nivel de actividad y el empleo son las variables centrales que monitorea la FED para definir su política monetaria. Por eso, en un contexto donde el ritmo de recompra de activos financieros y el nivel de las tasas de interés son centrales, entender la evolución de la inflación puede ayudar a anticipar los movimientos de la FED y su impacto sobre los activos financieros y los flujos de capitales.
El segundo trimestre del año mostró un nivel promedio de inflación, medido por el CPI All Urban Index, del 0,85% mensual. Eso implica en términos anualizados un ritmo inflacionario del 10,7%. Es una cifra récord para la inflación de Estados Unidos, que en los últimos 10 años nunca había pasado del 2,9% anual. Apenas algunos meses de 2011-2012 habían reflejado alzas cercanas a esta magnitud, pero siempre transitorias.
Los aumentos registrados llevaron la inflación interanual a un nivel de 5,4% en septiembre 2021. Es una cifra equivalente a 3,5 veces el promedio de los últimos 10 años (1,6% anual).
El principal interrogante planteado detrás de estas cifras es si el proceso puede definirse como transitorio o tiene detrás factores estructurales que pueden llevar a acelerar la marcha atrás de la política monetaria, anticipando el “tapering” o la suba de tasas de interés.
Para entender si se trata de algo específico iniciado por el precio de combustibles o alimentos recurrimos a la Inflación neta de estos dos componentes (Núcleo). El cuadro anterior muestra una dinámica muy similar, aunque con alguna diferencia de intensidad. Si comparamos el nivel de precios de septiembre 2021 con febrero 2020, la inflación general acumuló 6 puntos de suba y la núcleo 4,7 puntos. Es decir que el aumento de energía y alimentos explica 1,3 puntos diferenciales de inflación. Se trata de un aporte significativo dados los niveles de inflación de base, pero deja claro que el proceso de aceleración inflacionario afectó también a todo el resto de los rubros.
Una conclusión relevante es que la mayor aceleración inflacionaria por ahora luce acotada al segundo trimestre de 2021, ya que los últimos 3 meses mostraron una fuerte desaceleración. Probablemente la expectativa era que la desaceleración fuera mayor, pero el ajuste no deja de ser relevante. La inflación de 3 meses anualizada pasó de 10,7% a 3,9% entre junio y septiembre. Por lo tanto, parece un proceso acotado en el tiempo, quedando como interrogante en qué nivel se estabilizará hacia adelante, sabiendo que la meta siempre es que vuelva a niveles inferiores al 2% anual. Esta meta luce más próxima cuando se analiza el índice sin energía ni alimentos, que ya se ubica en niveles anualizados del 2,4%.
Sin embargo, para el mercado todavía hay señales que pueden anticipar un giro de la política monetaria que podría producirse antes y con mayor intensidad. Las tasas de interés implícitas en la curva de bonos del Tesoro de Estados Unidos están mostrando una pendiente más empinada y una cercanía mayor del inicio del proceso de suba. El nivel de tasa de interés esperado para el período que está entre el vencimiento de los bonos a un año y dos años antes se alcanzaba recién entre los bonos de 3 y 5 años. Esto confirma que se espera una suba que se inicie antes y que sea algo más rápida con relación a las expectativas de fines de 2020 e incluso de las expectativas vigentes el mes pasado.
Para la economía argentina, el principal canal de vinculación con el escenario internacional no es todavía la tasa de interés. Al estar, por ahora, fuera de los mercados de deuda y con rendimientos implícitos promedio 1600 puntos básicos por encima de la tasa del Tesoro, estos movimientos tienen poco impacto. De todas maneras, es relevante ir entendiendo con qué mercado se va a encontrar Argentina cuando deba ir a renovar vencimientos de la deuda emitida en 2020, es decir en 2023 y 2024. Estas curvas anticipan que va a tener que enfrentarse a un mercado menos líquido y con tasas claramente superiores a las actuales.
Independientemente de ello, el principal vínculo entre el escenario internacional y la economía local sigue siendo el precio de los commodities, en especial de la soja. Es ahí donde escenarios de suba de la tasa de interés y de eventuales flujos positivos hacia el dólar pueden debilitar al precio de nuestro principal commodity de exportación. Aunque el nivel de precios terminará siendo también influenciado por la dinámica que logre adquirir la economía asiática, principales demandantes de nuestros productos primarios y derivados.
El precio de la soja repuntó fuertemente en el primer semestre de 2021 junto con la debilidad del dólar, luego de una primera parte de la pandemia de 2020 donde se había fortalecido significativamente.
Las cifras actuales muestran cómo luego de una primera parte de 2020 con mucha incertidumbre e inversores buscando preservarse y apreciando al dólar, el proceso se revirtió, inicialmente repuntó la soja, por la fuerte demanda asiática y en los últimos meses el petróleo, que ya recuperó todo el terreno que había perdido con relación a la soja. Hacia adelante, nos queda como riesgo principal a monitorear, la evolución del precio de la soja, dependiente en el corto plazo de factores climáticos, la dinámica de la actividad en China y por ahora en menor medida de la manera en que se ajusta la política monetaria de Estados Unidos.